DÍAS DE RECECHO
No soy yo muy asiduo a esta modalidad, y no porque no me parezca de las más bonitas que se puedan practicar.
La idea comenzó cuando mis amigos de Spanish Hunting Experience, joven orgánica dedicada especialmente a recechos, me propusieron hacer un rececho de hembra de cabra montés. Quizás no sea el trofeo más ansiado por el común de los cazadores, pero estaba seguro de que la aventura sería cuanto menos divertida, a la par que recordable.
Cuando fijamos la fecha del viaje, le consulté a mi buen amigo Antonio Galiano (Producciones Galiano)si se animaba a filmar esta jornada. Aunque le cueste reconocerlo, le encanta venirse conmigo a cualquier enrreo que vaya surgiendo.
El cazadero se encontraba en los confines del universo, en un triángulo entre Almería, Murcia y Granada, por lo que le viaje se antojaba tedioso, amenizado con recuerdos eminentemente cinegéticos.
Antonio y yo dudábamos entre hacer noche en el pueblo más cercano a la finca o, por el contrario, dormir en el cortijo de José Luís, Lulu para los amigos, guía de la cacería, y partir a horas inhumanas para llegar con las primeras luces del alba al lugar donde se desarrollaría la jornada. La propuesta de una previa, con una copita y una buena lumbre, hizo que finalmente nos decidiéramos por ‘dormir’ en el cortijo de nuestro profesional hunter.
Tras largas horas de viaje llegamos a nuestro destino, un precioso lugar compuesto de una extensa siembra rodeada por unas espectaculares sierras, compuestas de esparteras, encinas, pinos y piedras, muuuchas piedras, y si no que se lo digan al amigo Galiano, cuyos reflejos me dejaron de lo más sorprendido, será por el costo de la cámara que llevaba consigo…
Comenzamos con la subida, fuimos por la cañá entre las dos laderas para intentar ser lo menos vistos posible. Tras un rato de caminata localizamos las primeras hembras, pero nos habían visto, siendo imposible acercarnos para poder intentar el lance. Mea culpa el no haberme llevado el trípode….
No tuvimos suerte a la hora de divisar a las féminas, no se encontraban muy receptivas. Distinta suerte corrimos con los machos, vimos gran variedad de ellos.
El momento de la jornada, sin duda, fue mientras estábamos en un puntal, intentando localizar con los prismáticos algún objetivo, cuando un ruido nos puso en 2 alerta; eran 4 cochinos, concretamente una cochina inmensa, de esas que cuando las tiras enmontadas crees que has abatido el cochino de tus sueños, junto con 4 marranos bien hermosos, de unos 2-3 años, yendo en último lugar un machete al que le sobresalían un par de dedos de navajas. ¡Qué espectáculo!, pudimos disfrutar de ellos sin que nos vieran.
Sobre las una y media del mediodía, decidimos volver hacia el lugar donde habíamos dejado el coche para dar buena cuenta de la carne que nos había traído José Luís, que con un camping gas se las apañó para deleitarnos con un suculento almuerzo.
Tocaba la intentona de la tarde. Dicen que con el estómago lleno se ven las cosas de otra manera, pero, en este caso, no se yo si eso nos ayudaría a afrontar la cuesta que teníamos por delante. El tiempo se estaba afeando, un frío que calaba añadido a una ventolera constante hizo que, tras estar un buen rato encima de un puntal observando si había algún tipo de movimiento, sin éxito, cogiéramos nuestros pasos hacia el coche y volviéramos hasta nuestras casas.
Dice Galiano que soy gafe, y no le quito razón, aunque me gusta pensar que esto de la caza va por rachas, cierto es que a unos le duran más que a otros.
Un mes después de nuestro primer intento tras las cabras del inframundo, quedamos en volver a terminar el reportaje con el lance, a pesar de haber sido muy completo, con multitud de elipsis dramáticas, graciosas por supuesto, que no serán emitidas por el bien de nuestra reputación.
Esta vez, Don Antonio y el que suscribe decidimos hacer noche, por la experiencia de la paliza del viaje anterior, en un pueblo cercano al cazadero donde esperaríamos a nuestros amigos y acompañantes de esta jornada, José Luis y Miguel (Spanish Hunting Experience). Hay que reseñar que en esta ocasión si me acordé de echar el trípode, por la salud mental del cámara…
Miguel sería nuestro guía, mientras Jose Luís acompañaría a otros clientes que cazarían en el mismo coto que nosotros.
Hay pocas personas con más suerte que Miguel, al menos en la venatoria, por lo que estaba seguro de que el rececho se iba a encumbrar con un buen lance, salvo que mi gafe fuera capaz de contrarrestar su flor.
Al poco de iniciar la ‘subidita’ ubicamos una piara de hembras, pero previamente ellas nos habían localizado a nosotros. Hicimos una pequeña espera intentando que bajaran un poco para ponerse a distancia de tiro, pero fue imposible. Es una zona 3 complicada de recechar, al ir en constante subida y haber abundante gravilla, que genera un ruido revelador para los animales.
Seguimos con nuestro camino en busca de alguna Capra pyrenaica. Llegamos a una pequeña meseta, con gran densidad de carrascas, donde teníamos la intuición de que podíamos encontrar nuestro objetivo. Nos asomamos a unas piedras de balcón donde poder sacarle partido a los prismáticos. De repente, mi buen amigo Miguel localizó a un pequeño grupo, una hembra y dos jóvenes machos, que se estaban a unos 120 metros.
¡La cabra!, boceó. Y la cabra que mantenía su mirada puesta en nosotros. Un macho estaba detrás de la hembra, con el riesgo que ello pudiera conllevar a la hora de efectuar el lance, por lo que intente asegurar el tiro para no abatir los dos animales de un disparo.
¡Seca!. La tensión se disuadió, las pulsaciones durante el lance se dispararon, sobre todo por el efecto que ello podía haber tenido en mi cartera…
Por fin habíamos logrado abatir la cabra, y sin trípode, que en el momento del disparo lo tenía Miguel preparado para arrearme con él si fallaba.
Como he dicho, quizás no sea el trofeo más espectacular, pero el recuerdo de dos grandes jornadas de caza entre risas y amigos es lo que perdura, más si cabe aún cuando queda filmado por Producciones Galiano.
PD: Podréis ver el video en Iberalia.
Álvaro Martín Cordobés.